La Torre de la Horadada

paisaje

Desde que el arte es arte, desde bastante antes de Altamira hasta antes de ayer, el realismo ha convivido con el ideograma, con la abstracción, en armonía complementaria. Llegaron los “ismos” y pareció imposible, para algunos sesudos pensadores elitistas, que el realismo en el arte pueda seguir teniendo su espacio dentro de una nueva sociedad que camina hacia un progreso en muchos casos regresivo.

Desde entonces (y antes de entonces) Antonio Tapia sigue creando en íntima reflexión sobre lo pequeño y lo grande que lo rodea, él es el último caballero andante enamorado de una Dulcinea de la belleza de las cosas que sólo puede ser denostada por el más burdo de los Sancho Panza.

En los últimos años ha reflexionado sobre la figura humana, sobre un mundo que se agrieta sin que nadie haga esfuerzos por repararlo, sobre el paisaje real y fantástico que su imaginación ha poblado de personajes de  recuerdos de su infancia (y de la mía). Dentro de cápsulas de su memoria, ha diseñado paisajes de sueños y se ha convertido en su mejor guardián.